Omán, mucho más que arena y mar
Lunes, 27 Mayo 2024
En un rincón poco explorado de la península arábiga, donde el calor abraza la tierra como un amante celoso, Omán nos sumerge en un mundo que respira historia, cultura y naturaleza. La Gran Mezquita del Sultán Qaboos (construida con 300.000 toneladas de arenisca india) con su arquitectura sublime y misteriosa, se erige como un faro espiritual en la ciudad de Mascate. Sus cúpulas blancas y su minarete se alzan en perfecta geometría. Al entrar en este templo de mármol y madera, se siente una serenidad profunda que trasciende el tiempo y las palabras. La alfombra que cubre el suelo de la sala de oración es la segunda más grande del mundo, pesa 21 toneladas y mide más de 4.000 metros cuadrados. Los muros están adornados con intrincados detalles, un tributo al artesanado y al misticismo.
De Mascate a Nizwa, los mercados y zocos despiertan el olfato y el gusto con su alboroto de colores y aromas. Los puestos están repletos de fragantes especias, de tejidos bordados con siglos de sabiduría y de joyas que cuentan historias de la tierra. El regateo, por supuesto, es un ritual y la conversación con los vendedores una ventana a la historia y la identidad omaní.
Las montañas de Al Hajar se alzan como una fortaleza natural. Sus cimas rocosas, talladas por el tiempo, se yerguen como guardianes antiguos. Los valles verdes contrastan con los riscos desafiantes. A medida que ascendemos por sus sinuosas carreteras, encontramos aldeas ancladas en siglos pasados, donde las viejas tradiciones perduran.
Más allá de las montañas, el desierto de Wahiba Sands se extiende como un océano dorado. Bajo el sol inclemente, las dunas parecen desafiar al viento y al tiempo. No es un paisaje estéril, sino un mundo en constante movimiento. El silencio del desierto solo lo rompe el susurro de la arena y el eco de la historia beduina. Nos encontramos con la simplicidad de la vida nómada y con la hospitalidad de las tiendas de campaña bajo las estrellas.
Omán no es solo una tierra de arena y mar, sino un viaje a través del tiempo y la identidad. En un mundo de destinos turísticos masificados, Omán destaca por ser un oasis de autenticidad. Desde los muros de la Gran Mezquita hasta los silenciosos desiertos. Y, sobre todo, la cálida sonrisa de los omanís, amables y abiertos a la conversación. Uno de los lugares más emocionantes de la península arábiga, que nos recuerda que el mundo aún guarda secretos esperando a ser descubiertos.