Dos ciudades con ritmo: Río de Janeiro y Salvador de Bahía
Lunes, 1 Abril 2024
Entre el vaivén del Atlántico y las notas sambistas que pululan en el aire, Río de Janeiro y Salvador de Bahía se coronan como las estrellas del compás, el baile y el color.
Río de Janeiro luce sus íconos: la Praia de Copacabana y el Cristo Redentor, en lo alto del Corcovado. Y el magnetismo brasileño se empieza a sentir. En el mercado de Saara, las calles se entrelazan caóticas. Aquí, la algarabía de los comerciantes, el bullicio de los transeúntes, los puestos de frutas exóticas y las artesanías de mil colores forman una sinfonía urbana que da vida al corazón de la ciudad.
El barrio de La Lapa, con su arco imponente que se alza como un puente entre el pasado y el presente, es el epicentro de la bohemia. Bajo sus luces titilantes, la noche carioca cobra vida, y la música de los bares transforma las calles adoquinadas de Santa Teresa. Un tranvía antiguo cruza la escena, un testigo privilegiado de infinitas noches tropicales. Sin embargo, el verdadero pulso de Río late en el Sambódromo durante el carnaval. Entre plumas y lentejuelas, la ciudad se transforma en un escenario deslumbrante donde el ritmo frenético de la samba resuena en el alma de cada espectador.
Y así, el viaje nos lleva a Salvador de Bahía, donde la zona histórica de Pelourinho es el testamento de los tiempos de la colonia. Las fachadas coloridas de las casas guardan la memoria de la esclavitud y la liberación. En el Mercado Modelo, el aroma de acarajé se mezcla con el perfume de las hierbas y especias, creando una sinfonía de sabores que captura la esencia de la cultura baiana.
En la Avenida Sete, la música de los tambores de Olodum resuena en las calles adoquinadas, marcando el paso de una ciudad que baila a su propio ritmo, un ritmo seductor y amable. En Salvador se baila, esta bahía está hecha de baile, caipiriñas y misterio. Como bien dijo el escritor Jorge Amado sobre esta ciudad: “el misterio escurre como el aceite”.
En el barrio de Santo Antônio Além do Carmo, el arte desborda los museos y ocupa las calles y las paredes. Murales y grafitis dan vida a las calles estrechas. En Salvador de Bahía también hay mucha devoción, en iglesias hermosas y barrocas como la Igreja do Bonfim, donde los fieles dejan cintas de colores como ofrendas a los dioses.
Dos ciudades, Río de Janeiro y Salvador de Bahía, separadas por kilómetros, pero unidas por un ritmo vibrante. Vida y movimiento, así es Brasil.