Pacífico Canadiense y Alaska: crucero hasta la última frontera
Domingo, 11 Agosto 2024
Llegar a Alaska es llegar al sueño de libertad tantas veces representado en el cine hollywoodiense. En esta última frontera, en este rincón del mundo la naturaleza es extrema y las ballenas, las águilas calvas y los glaciares lo atestiguan. El punto de partida es Vancouver: una ciudad de rascacielos y muy diversa cultural y gastronómicamente. Puedes conocer el barrio chino, el segundo más grande de Norteamérica, el barrio de Gastown y su famoso reloj de vapor o amplísimas zonas verdes como el Stanley Park, donde viven mapaches en libertad. El barco parte las aguas gélidas hacia el norte, hacia lo salvaje, y empezamos un viaje para guardar en nuestra memoria, y en nuestras cámaras de fotos.
La capital de Alaska, Juneau, es la única capital de Estados Unidos sin acceso por carretera. Aislada y poco poblada, mantiene un pulso con las bajas temperaturas: los vecinos se mueven en patines de hielo cuando los ríos se congelan y las quitanieves descansan atentas en el linde de las carreteras. Los primeros habitantes de esta región fueron los indígenas tinglit, que todavía habitan estas latitudes y muestran su rica herencia cultural a través de tallados de madera, tejidos, cestería y una tradición oral llena de mitos y leyendas.
El mito más conocido de esta región lo descubrimos en Skagway, una de las paradas más emocionantes del crucero. La prensa de finales del siglo XIX tituló: “¡Oro! ¡Oro! ¡Oro en Klondike!” y se desató la fiebre del oro en Estados Unidos. Muchísimos buscadores llegaron a este pueblo, donde empezaba la ruta para llegar a Klondike. Entre ellos, Jack London, uno de los grandes escritores estadounidenses del siglo XX. Si bien Jack London no corrió demasiada suerte en la búsqueda de oro, sí que encontró mucha inspiración e historias, como la de Buck, el perro de su icónica novela “La llamada de lo salvaje”. En las calles de Skagway, que conservan y emulan las construcciones de aquellos años, los relatos de los buscadores de fortuna que se lanzaron a las montañas en busca de tesoros enterrados sigue muy viva.
El Pasaje Interior es un desfiladero por donde pasan los cruceros y embarcaciones, uno de los recorridos con mejores vistas del mundo: a ambos lados montañas nevadas, islas boscosas y bosques exuberantes. Además, a lo largo del recorrido es fácil divisar águilas calvas, soberanas del cielo, y ballenas jorobadas, nadadoras incansables que saltan y se sumergen majestuosas. Estas tierras también están pobladas por osos pardos, que son algo más esquivos, pero igualmente visibles. Nutrias, alces y focas acompañan la explosión de fauna de Alaska.
En la Bahía de los Glaciares, la imponente vista del glaciar Hubbard, de más de diez kilómetros de ancho, es un entretenimiento inagotable. Desde la cubierta del barco, bien equipado con guantes, gorro y abrigo, es el momento de admirar el espectáculo de hielo que acapara todas las miradas. Si hay un lugar donde nace el frío y los vientos gélidos, debe ser aquí, en los glaciares de Alaska.