Sudáfrica: Johannesburgo, parque Krueger y Ciudad del Cabo, la ciudad que bordea el fin del mundo
Lunes, 4 Marzo 2024
En un rincón remoto de la Tierra, donde la vastedad del océano Índico se encuentra con el océano Atlántico, emerge Sudáfrica, un país que deslumbra por su diversidad y singularidad, por sus paisajes, cultura y vida salvaje. En esta ocasión, nos aventuramos a explorar tres de sus tesoros más preciados: Johannesburgo, el vibrante corazón; el parque Krueger, santuario de vida silvestre; y Ciudad del Cabo, la urbe que desafía los límites del mundo.
Empecemos por Ciudad del Cabo, donde el imponente Cabo de Buena Esperanza se convierte en el evocativo "Cabo de las Tormentas". Sus costas reciben los golpes de dos océanos salvajes y es aquí donde cuenta la leyenda que vaga aquel famoso barco fantasma, el Holandés Errante.
Ciudad del Cabo es una metrópoli con arquitectura colonial y rascacielos, con mercados vibrantes y con un jardín botánico, el Kirstenbosch, que guarda el mérito de ser el más grande del mundo. Cuando el sol se hunde en el horizonte es el momento de descubrir la inacabable vida nocturna de Ciudad del Cabo. Sus restaurantes de clase mundial ofrecen platos de inspiración africana y la música en vivo llena los clubes y los bares.
Nuestro siguiente destino es al parque Kruger, cerca de la frontera con Mozambique. Aquí, el rugido del león se mezcla con el canto de las aves y el susurro de la hierba alta. Los vehículos todoterreno se abren paso por caminos polvorientos, y la emoción se desborda cuando se divisa un elefante en su hábitat natural o un leopardo acechando entre la maleza. Las manadas de cebras y jirafas deambulan despreocupadas, mientras que los hipopótamos se sumergen en los ríos serpenteantes. En el parque Krueger la naturaleza reclama su espacio.
Llegar a Johannesburgo es llegar a una ciudad ecléctica y efervescente que late al ritmo de la modernidad y la tradición. Esta ciudad bulliciosa es un crisol de culturas. El apartheid, una página oscura de la historia sudafricana, se enfrenta con valentía en el Museo del Apartheid, y hace gala de valores como la reconciliación y la justicia. En el corazón de Johannesburgo está el distrito de Maboneng, el epicentro de creatividad y arte. Sus calles desbordan grafitis y galerías de arte que muestran el espíritu emprendedor y la pasión de la comunidad. En los mercados locales se pueden degustar delicias culinarias de todas partes del mundo, y la música, de nuevo, colmará los altavoces y despedirá nuestro recorrido sudafricano.